El Pintor de la Ribera

En mi niñez el Lago de Chapala fue maravilloso, hermosísimo, hoy no veo el lago igual. Ha cambiado tanto el paisaje como ha cambiado la gente y sus costumbres, pero en mi obra no cambia

 

Inspirado en los colores del Lago de Chapala, el artista plasma escenas populares, sus personajes y sus tradiciones
Corrían los años 50.  Entonces el kínder donde estudiaban los niños de la colonia Nextipac, en Jocotepec, no tenía sillas ni mesas, y los pequeños se recostaban en la tierra para escuchar la lección del día.


Entre ellos estaba Jesús Tadeo Vega. Él, usaba como libreta el papel con el que envolvían el pan que comían en casa. Ahí, en el suelo, realizó los primeros garabatos que con los años definieron el trazo de cientos de pinturas que dan cuenta de la vida popular en torno al Lago de Chapala. La anécdota la describe Tadeo Vega, quien es conocido como el Pintor de la Ribera. Su obra toma los colores que en el lago se reflejan durante las diferentes estaciones del año, pero se desenvuelven con escenas de la vida popular, sus personajes y tradiciones, y por supuesto con los paisajes.
“He pintado de todo, pero lo que a mí me atrae es el paisaje, que fue lo primero que descubrí en el lago”, expresa el pintor, con 46 años de experiencia en el arte y con obra ‘regada’ en países de América y Europa.


“El Lago de Chapala es un espejo en donde se reflejan los amaneceres y atardeceres de los días: si es día nublado son grises, pero si es un día limpio, son brillantes, y durante la primavera es de otra forma, también en verano, otoño, invierno, cambian sus paisajes y colores”.


La historia de Tadeo Vega (1952) tiene ‘tintes’ de drama. Cuando se le ocurrió decirle a su padre que se dedicaría a la pintura, este le cuestionó: “¿Y qué, de eso te vas a mantener? Ahí está la canoa para que vayas a pescar, ahí están los terrenos al otro lado del cerro para que vayas a sembrar”.


“Se me enchinó el cuero, la piel. Me tumbó los ánimos”, recuerda el pintor.


Tadeo Vega pasó de un oficio a otro para mantenerse, pero a la par pintaba y estudiaba en diferentes talleres. Su primera exposición la montó en un billar donde trabajó gran parte de su juventud, ahí colocó sus pinturas y ahí vendió sus primeras piezas.


“Cuando le mostré los diplomas por mis pinturas, mi papá me dijo:  ‘¡pues si eso te gusta, tú sabrás! Mi papá empezó a ver que daba pasos largos. Ya ahorita llevo más de 60 diplomas, reconocimientos, constancias del Hospicio Cabañas, de galerías, de escuelas”, narra orgulloso el artista.


El Pintor de la Ribera es hoy uno de los profesores de la Casa de la Cultura en Jocotepec. Al mirar hacia atrás y revisar su experiencia, dice que no ha cambiado su actitud, dice que conserva su humildad.


“No sé ni qué es fama. Vivo muy a gusto, feliz y contento, la pintura me ha dado lo que nunca imagine”, expresa, Tadeo Vega.