Escultor, pintor, ceramista

No me preocupa hacer arte para vender, me preocupa hacer un arte auténtico, que de verdad sienta desde lo más profundo de mi ser

 

El artista polifacético recibirá las llaves de la ciudad de Puerto Vallarta como parte de su homenaje.


Si algo preocupa al artista Rafael Zamarripa es que su obra sea auténtica. Escultor, pintor, ceramista, coreógrafo de danza folclórica, es un hombre que hasta en sus momentos de ocio imagina cómo será su próxima pieza y dice que con el arte calma las fieras que lleva dentro.


“Me preocupo siempre por ser verídico, auténtico”, expresa Zamarripa (Guadalajara, 1942), quien es homenajeado durante febrero a través de actividades coordinadas por la Fundación Cultural Vallarta.


Zamarripa fue el artista que instaló la primera escultura sobre el Malecón de Puerto Vallarta, titulada “El Niño sobre el Caballo de Mar”, popular- mente conocida como “El Caballito”, y que ahora es emblema turístico del municipio; también, fue fundador del Ballet Folclórico de la UdeG.


¿Cómo beneficia el arte al ser humano?


Es necesario para el ser humano, lo practiqué en una forma u otra, auditiva o contemplativamente. La música calma las fieras, las pone en su nivel de tranquilidad, yo por ahí ando: si no hago arte, si no hago danza o escultura, no puedo estar en paz.


¿Cómo fue su primer acercamiento con el arte?


Mi madre fue pianista, yo nací escuchando el piano; y mi padre fue pintor y zapatero. Yo estoy cerca de la pintura y cerca de la música por otro lado, sería difícil decirle en cuál de las dos me inclinaría, me haría falta la otra.


¿Cuál es la responsabilidad del artista hacia la comunidad?


Si nací con el don de hacer arte, mi obligación es ser auténtico, y que esa autenticidad llegue a permear la sociedad que me rodea. Un mundo sin arte sería un mundo sin color, en grises y en negros.


Usted dice que no crea obra para exhibir, sino que crea porque está en su alma. ¿Qué refleja su obra?


Cuando estoy cerca de una madera, la madera me sugiere qué debo hacer con ella: lo que me sugiere, es lo que hago, y lo que hago, seguramente va a afectar al medio que me rodea. No me preocupa hacer arte para vender, me preocupa hacer un arte auténtico, que de verdad sienta desde lo más profundo de mi ser.


De su escultura “El Niño sobre el caballo de Mar”, se conoce una anécdota que remite a su infancia, cuando era un niño y pidió un caballito como regalo de Navidad. ¿Cuál imagen viene a su mente con esa obra?


Tengo que decir la verdad, la escultura fue solicitada por el entonces secretario de turismo, lo hice porque me gustó mucho la figura del caballito, independientemente de si tuviera un niño o no, se me ocurrió trepar a un chiquillo saludando a la gente.


Una vez estaba en Broadway, en Nueva York, haciendo cola para comprar un boleto, y a la persona que estaba adelante de mí, se le cayó la cartera y vi que traía una foto donde estaba él junto a “El Caballito”.
Me identifiqué, le dije que yo había hecho esa escultura. ¡Pues no me dejó pagar! Él me pagó la entrada, me dio mucha satisfacción que una persona de Nueva York conociera mi caballito de mar. He viajado mucho, mucha gente, muchísima piensa en Zamarripa y el caballito de mar.


La danza folclórica es muestra del patrimonio cultural, ¿qué encuentra usted?


Yo veo esculturas en movimiento. Es algo complementario que le da carácter a mi escultura, a mi danza, las coreografías que hago se distinguen porque parecen esculturas en movimiento, eso es la danza, escultura en movimiento.


Si no hubiera sido artista... ¿A qué se hubiera dedicado?


Uh, pues... tengo dos opciones: a la danza o la música. Mi madre fue pianista, mi padre fue pintor y zapatero, ¿zapatero? No, para qué digo mentiras, habiendo otras artes con más calidad, tendría que seleccionar la que más me llene. Mi madre tocaba el piano maravillosamente bien, mi papá el clarinete muy bien, y pintaba, en mi familia encontré desde que nací el arte muy cerca de mí.