Cronista de Guadalajara

Mi mamá con sus ojos muy azules me veía y dijo ‘¿Hija, vas a dar tu medallita de la primera comunión?’ ‘Sí mamá, para que no nos quiten el petróleo

Edelmira está siempre sonriente. De trato cariñoso, se dice una mujer plena y agradecida con la experiencia que le ha dejado la aventura de escribir toda la vida.

Edelmira nos recibe con una sonrisa. A sus 92 años, la jovialidad la distingue. Pareciera que nos conocemos. Esta lista para dar testimonio de aquella Guadalajara donde hablar con propiedad y el amor al país, estaban muy presentes.

María Edelmira González Encarnación (Guadalajara, 1924) es la quinta de seis hermanos y madre de seis hijos. Desde que era niña escribe. Su hija Lupita compiló sus mejores textos en un libro que se titula “Páginas Blancas”, como la columna que publica desde 1960 en El Occidental.

A ella la marcó la muerte de su esposo y sus dos hijos varones, sin embargo, no hay notas de amargura en su trato. Confiesa que sus textos tuvieron que dejar un tanto la “blancura” dada la situación de los gobiernos actuales y sus yerros, por lo que se siente con el deber de denunciar lo que va en contra de la ciudadanía trabajadora.


¿Cómo comenzaste a escribir?
Empecé desde los 6 años. Fue en un examen. Yo iba con mi vestidito blanco. Me paré. “Si yo fuera florero…”, comencé y la gente se soltó en risas. Y mi mamá volteó con sus ojos azules. “Sigue leyendo”, dijo. Pues yo decía, que ‘si yo fuera florero, me gustaría porque en la cabeza debemos tener pensamientos bonitos como flores’. Al final me aplaudieron, fue un estímulo. Desde pequeña envié textos a los periódicos.

¿Qué sentiste cuando viste tu primer escrito publicado en un periódico?
Me volví loca de gusto. Ya en serio, fue en el 57 que me publicaron. Cuando murió mi esposo, el director del periódico El Occidental fue al sepelio y me ofreció trabajo. Ahí inicié una carrera sin estudio. Ahora dicen, que soy dizque periodista.

¿Qué eventos te marcaron durante tu carrera como columnista?
¿Sabes con quién me topé? Con la señora María Esther Zuno de Echeverría, la esposa del entonces Presidente Luis Echeverría. Habíamos sido compañeras de escuela. Entonces, yo escribí en mi columna un recuerdo. Y de repente, mi hija me dijo: ‘mamá, te llamaron de Los Pinos’. Al día siguiente volvieron a llamar: ‘Chata ¡Qué bárbara, me encantó lo que escribiste. Te invito a Los Pinos. Quiero que seas mi portavoz en Jalisco’.

¿Cuál ha sido tu mayor rubor en tu carrera?
Cuando trabajaba en el periódico, un día me dijeron que había un evento importante que querían que cubriera. Un compañero dijo: ‘Ándele y lleve a sus hijas porque va a haber muchos artistas’. De buena fe, ahí voy. Ándale que era una tal Comanche, una señora de la vida airada, pero, hizo la fiesta con pura gente catrina. Eran casi puros hombres. Yo llegué con mis hijas. La señora guapísima y educada nos dio una mesa. Yo saqué mi libretita y empecé a tomar nombres. Me llegaron tarjetas que decían: “Señora, por favor omita mi nombre”. Al rato, me dijo el fotógrafo: “Váyanse porque va a empezar lo bueno”.

¿Qué música escuchas?
Boleros. Pedro Vargas, Fernando Fernández, Lupita Palomera, Las Hermanas Águila, Agustín Lara, Toña La Negra. Toda esa pléyade de grandes artistas.

¿Cómo conoció a su esposo?
Yo tuve un matrimonio muy feliz con Vicente R. Castro Gutiérrez. Nos casamos muy enamorados, de 23 años. Nos conocimos por el rumbo del Expiatorio. Se empezó a formar un grupo de cantantes, la idea era poner Ópera aquí en Guadalajara. Yo trabajaba en una radiodifusora. Ahí el profesor me pidió el favor de apuntar a quienes asistieron. Le pido ‘su nombre’ y un silencio sepulcral. Y veo y unos ojos verdes preciosos mirándome. Ahí se me prendió el corazón. Él dice, que en cuanto me vio, se enamoró de mí.

¿A quién considera que ha sido el mejor presidente de México?
Pues ninguno. Mi papá admiraba a Lázaro Cárdenas. Yo estaba muy chiquilla cuando fue la Expropiación Petrolera. Mi papá era muy patriota, dijo ‘A ver, todos vamos a aportar en esta casa’. ‘Pero, Cruz, -le decía mi mamá- ¿qué vamos a aportar?’ ‘Lo que sea, si hay gente pobre que lleva sus gallinitas’. Me quité mi medallita de oro. Mi mamá con sus ojos muy azules me veía y dijo ‘¿Hija, vas a dar tu medallita de la primera comunión?’ ‘Sí mamá, para que no nos quiten el petróleo’.