Había una vez…

Las leyendas aparecieron como una necesidad natural, para hacer la existencia de las personas relativamente más interesante

El rol de las leyendas en la composición del tejido social consiste en darle un sentido fascinante a las conversaciones cotidianas, opinan expertos.

¿A quién no le tocó sentarse con los abuelos o con los amigos para escuchar o narrar alguna leyenda? En Jalisco es una tradición, pero más allá de eso, estas historias dicen mucho sobre los anhelos, los miedos, los deseos y las creencias de una época y una sociedad.

Los relatos forman parte esencial de nuestra cultura y folclor, y nos ha caracterizado como un pueblo lleno de vida y color. Pasan de generación a otra y de voz en voz, casi siempre cuentan una historia fantástica que nos atrapa dentro de un espacio común.

Para muchos, las leyendas son narraciones ficticias o exageradas sobre algún hecho sobrenatural o increíble que puede o no estar sustentado en un acontecimiento real. Pero el verdadero encanto de estas narraciones reside en la imaginación de quienes las han hecho perdurar a lo largo del tiempo.

¿Cómo surge?

La palabra leyenda remite al vocablo legenda, que pertenece al latín y se traduce como aquello que “debe ser leído”.
Las leyendas aparecieron como una necesidad natural para hacer la existencia de las personas relativamente más interesante, comenta Francisco J. Cortázar, sociólogo e investigador de la UdeG.

Las leyendas regularmente son tradicionales, pero también pueden ser urbanas, continúa el investigador. Señalar con precisión su origen es casi imposible porque por lo general las fuentes suelen ser anónimas, sin ninguna referencia y pocas veces son fidedignas, aceptables o viables.

El rol de las leyendas en la composición del tejido social consiste en darle un sentido fascinante a las conversaciones cotidianas. Para decirlo de forma más sencilla, las leyendas sirven para tener de qué hablar.

Más que un relato

Para aquellos que han escuchado o leído alguna leyenda, podrán reconocer las típicas frases de inicio del narrador. Por ejemplo: “había una vez”, “cuenta la leyenda” o “a el amigo de un amigo le pasó”.

Según Cortazar, estas expresiones cumplen con roles simbólicos que muchas veces son inconscientes, pero cuando las analizamos detenidamente podemos encontrar el significado en ellas, como podría ser el caso de unir las creencias y costumbres de los individuos de un grupo social.

Historiadores como Mariana Pablova Norman, de la UNAM, afirman que las leyendas son testimonios de una época que deben ser rescatados para conocer mejor la ideología de aquel entonces.

Su paso por el tiempo

Las leyendas son objeto de sugestión e intriga, se modifican y transforman paulatinamente por los narradores.

En ocasiones este proceso se lleva a cabo lentamente, es decir, “a veces estas quedan relativamente olvidadas y de repente algún hecho las reactiva con algunos detalles extras para luego ponerse en circulación cuando vuelven a recuperar un significado para la gente” menciona Cortazar.

Su transformación suele ser común, con aportes y elementos de la modernidad de las nuevas generaciones a un contexto actualizado. Esto permite hasta cierto punto hacer más creíble y perdurable una leyenda.

Jalisco es rico en leyendas

"Un tesoro en el sur de Jalisco".

Había una vez un hombre llamado Vicente Colombo, quien tenía una pandilla de bandidos que robaba a las familias adineradas de la región del sur de Jalisco, cerca del Nevado de Colima.

Todo sus botines fueron escondidos en una cueva de los subterráneos del Nevado.
Colombo tuvo una hija llamada María, a quien trató con gran ternura y amor. Todo iba bien para la pandilla hasta que uno de sus compinches, se enamoró perdidamente de María, amor imposible según Colombo.

Ellos pelearon por esta situación y en una balacera los dos murieron. Nada se supo más de aquella banda de ladrones y mucho se ha hablado de los tesoros que dejaron.

Se dice que quien encuentra el tesoro debe llevarse todo lo que hay en la cueva, de lo contrario no saldrá vivo de ahí.

---

"Nachito, el niño que temía a la oscuridad".

Cuenta la leyenda que hace muchos años vivió en la ciudad un niño llamado Ignacio, a quien le decían Nachito de cariño. Desde el momento en que nació, Nachito tuvo un miedo aterrador a la oscuridad y así fue hasta que cumplió cinco años, cuando una enfermedad le arrebató la vida.

Sus padres lo sepultaron en el panteón de Belén, sin embargo ocurría algo muy singular con su tumba, ya que cada mañana el velador veía el féretro del niño fuera de la tumba.
Ante esta situación sus padres decidieron modificar su tumba, haciendo un féretro de piedra en el exterior con cuatro antorchas alrededor de él para que por fin su alma pudiera descansar en paz.

---

"La pila de las culebras".

Se dice que a finales del siglo 19 en Tapalpa, Jalisco, vivían cuatro comadres que les encantaba el argüende, las conocían como las “Marías Lenguas”. Por lo general llevaban a cabo sus reuniones de chismes y calumnias en una pila hoy conocida como “Las Culebras”. Dicen que no se sabía quien era la peor de las cuatro Marías; pero la verdad es que eran profesionales para difamar.

En una ocasión llegó el indio Macario, de quien decían era un gran chamán otomí con sorprendentes poderes. Al escuchar su venenosa plática les advirtió que no siguieran haciendo daño al pueblo o pagarían las consecuencias.

Incrédulas y altaneras, las cuatro Marías se burlaron de él; entonces les dijo: “esta fue su última oportunidad para que recapacitaran y cambiaran sus malas costumbres”.

Después de eso recitó un conjuro en idioma otomí y al instante las cuatro comenzaron a contorsionarse hasta quedar petrificadas como culebras en la pila.