Sazón en carretera

Aplaudir empezó como una payasada, y ya sobre la payasada lo hicieron en el negocio de frente, a los lados, y ahora la gente aplaude para que volteen, y como que a la gente le gusta. Es un gancho para que la gente voltee y vea que hay movimiento de comida

En la carretera Ameca-Mascota, el restaurante de La Güera es el más famoso entre los viajeros por dos motivos: uno, por la sazón de la comida, y dos, por su característica forma de llamar la atención, aplaudiendo.
Ellas son conocidas como las aplaudidoras. Seguro las has visto o escuchado al pasar el kilómetro 90 de la carretera Ameca-Mascota: después del tope, las cocineras de este restaurante aplauden para llamar tu atención y levantan la taza de la olla y dejan caer el atole para despertar el antojo. Se trata del restaurante La Güera y El Sayula. Entre los viajeros de carretera, este espacio es popular por la sazón de los platillos tradicionales que ofrece a buen precio, así como por su característica manera de llamar la atención.
La Güera es quien dirige y pone orden en este restaurante. Por su nombre de pila, Rosalba Robles González (1961) fue la primera persona que montó su restaurante a los pies de esta carretera y también la autora de esta peculiar manera de detener a los viajeros. “Este restaurante empezó hace 22 o 23 años, cuando ‘echaron’ esta carretera nueva”, dice Robles González.
La Güera hace memoria. La carretera que entonces construían estaba frente al terreno donde su papá sembraba maíz, él fue quien le cedió espacio para que montara su restaurante construido con ramas, dos mesas y unas sillas. “Mi mamá se llamaba Urzula González y mi padre Miguel Robles. Mi mamá me enseñó a trabajar, a la edad de ocho años yo torteaba. Dinero no nos dejaron, pero nos dejaron muy buena herencia: nos enseñaron a trabajar, a ganar el dinero con el sudor de la frente”, expresa Robles González.
En la construcción de la carretera Ameca-Mascota, quien estaba a cargo de la aplanadora era Reinaldo Preciado, mejor conocido como El Sayula, quien se convertiría en la pareja de La Güera: de ahí que el restaurante se llame La Güera y el Sayula. “Lo conocí cuando abrieron la carretera. El traía una máquina, traía una máquina que le llamo ‘burrito’, es una aplanadora, yo lo conocí ahí. Han pasado 23 años. Él tiene un ranchito, siembra papa, tiene puercos y vaquitas”, confía Robles González.
Fue tal el éxito de La Güera que la ramada se convirtió en un restaurante de concreto y teja, con mucho más sillas y mesas. Y junto con su éxito, se establecieron más restaurantes en frente y a los lados, negocios que replican los aplausos y el uso del atole blanco. “¿Cuál es la diferencia entre mi negocio y los demás? Lo que cuenta mucho es la sazón de la comida, la atención del personal y que tengas limpio, eso es lo que oigo del cliente. Estoy orgullosa de mi negocio”, destaca La Güera.
En el restaurante La Güera y El Sayula trabajan con Robles González cinco muchachas. Las que aplauden para llamar la atención de los viajeros también cuidan el asador y el atole, otras están como meseras, pero todas se encargan de la limpieza del lugar. “Si tengo seis o siete clientes, yo me siento aquí y contemplo mi negocio y digo ‘que bueno que Dios me está dando aunque sea poquitos clientes’, y ya cuando veo mi negocio lleno, pues más feliz me pongo ¿sí o no? Porque de ahí como, de ahí presto, de ahí todo”, dice La Güera.
El personal del restaurante se prepara para los meses buenos, de mucha clientela: diciembre, enero, febrero, marzo y abril. Esos meses sirven como colchón para el resto del año, de ventas bajas. La Güera concluye: “de mi padre aprendí sobre la honestidad y de mi madre aprendí a trabajar. Me gustaría que mis sobrinos me recordaran por el ejemplo que siempre les doy, ser trabajadores”.
“Yo estoy a gusto con mi negocio. Mi mamá y mi papá me apoyaron con el terreno y después a base de trabajo, a base de mucho esfuerzo y sacrificio se construyó este restaurante”, dice Rosalba Robles González.