‘Reviven’ campos para sembrar

Todo esto me llevó a reflexionar, ¿qué hemos hecho mal para no poder vivir de lo que hacemos?

Para incrementar la producción en el campo, se utilizaron químicos que terminaron por envenenar las tierras, dice el campesino Ezequiel Macías, hoy un promotor de la agricultura ecológica.
La escena la narra Ezequiel Macías, un campesino de Juanacatlán, Jalisco: después de aplicar la dosis de amoniaco a la tierra para ‘mejorar’ la cosecha, los insectos se morían al instante, las garzas se movían torpemente y él cayó desmayado desde el tractor.
“Es un milagro que no muriera, mucha gente murió”, expresa Macías, de 58 años de edad. Él se ha dedicado casi toda su vida al campo, sembró maíz, trigo, avena, y desde hace 20 años trabaja y difunde la agricultura orgánica.
El amoniaco envenenó las tierras, las plantas enfermaron y una temporada simplemente no hubo nada que cosechar. La reflexión fue obligatoria para Macías: ¿cómo fue que un campesino que tuvo semillas, verduras y frutas, ya no tenía nada?
“Lo que me hizo cambiar mi sistema de producción fue que era disfuncional, ya no me mantenía, me empezaba a enfermar, perdí parte de mi equipo porque se lo debíamos al banco y no podía pagar. Todo esto me llevó a reflexionar, ¿qué hemos hecho mal para no poder vivir de lo que hacemos?”, abunda el campesino.
Macías es un hombre que inspira confianza. Hasta donde alcanza su memoria, él es parte de la cuarta generación que se dedica a la agricultura. De sus abuelos paternos obtuvo el conocimiento sobre la siembra de granos y la ganadería, mientras que de la parte materna fue sobre hortalizas y frutas.
Una vez por semana, Macías regresa a las tierras que heredó la familia y corta nopales para producir las tortillas que venderá en su entorno, en el ejido Zapotlanejo, ubicado a diez minutos de la cabecera municipal de Juanacatlán; y el fin de semana en la ciudad de Guadalajara.
El terreno está a un lado de un río de aguas contaminadas. Hace tres o cuatro décadas, estaban limpias, hoy, el olor y color exponen la polución del ambiente. Al respecto, Macías, quien viste de huaraches y sombrero de paja, dice: si nos pusiéramos de acuerdo y cada quien hiciera lo que le corresponde, se podría sanear.
“Me tuve que preparar física y mentalmente para volver a la parcela, dejé rastrojos, zacatales para volver a formar materia orgánica, hacer un suelo que hiciera posible la producción. Empecé a reflexionar y decidí que lo que sembrara, no lo iba a vender como insumo, tenía que transformarlo, darle valor agregado, ahí empecé a trabajar”, expresa el campesino.
Salir de la dinámica de mercado, no fue sencillo para Macías. Incluso llegó a perder una cosecha de maíz porque no supo qué hacer con el fruto. Poco a poco se conectó con gente qué compartía sus ideas y cuestionamientos, luego se relacionó con el Colectivo Ecologista Jalisco y creció su conocimiento como agricultor orgánico a lado de expertos de Francia, Estados Unidos, Canadá, Brasil, Colombia, Cuba y España.
“Muchísima gente se pregunta ‘¿por qué estoy enfermo? ¿por qué tengo cáncer, diabetes, hipertensión?’ Es por los alimentos altamente nitrogenados que consumimos; su contenido nutricional es bajísimo, no tiene ni calidad, ni contenido”, puntualiza.
Macías nunca dejará de trabajar la tierra. Cuando puede transmite información y recomienda, de hecho es asesor en agricultura orgánica: para él, no hay otra salida, si se quiere mejorar la salud de las personas, se tiene que mejorar la calidad del alimento.
“Mi vida personal ha cambiado mucho, me fui preparando, tengo un conocimiento que se me dio a través del tiempo, pude viajar a diferentes países, ahora, el tener y vivir de esta forma, me dio la capacidad para ser un asesor en agricultura orgánica”.