¡Aixcaquema!

Ricardo Hernández y Gilberto Sánchez son dos tastoanes que cada 15 de agosto, Día de la Virgen de Asunción, salen a las calles de Zalatitán, Tonalá, a revivir esta tradición que se remonta al siglo 16.
El tambor marca el paso y la chirimía chilla como preámbulo del choque de dos culturas. Los tastoanes, con máscaras marcadas por las cicatrices de la viruela y con colmillos de jabalí, enfrentarán a Santo Santiago.
En el Cerro de la Reina, los tastoanes gritan “¡aixcaquema!” y retan a muerte a los conquistadores.
Ahí, frente al Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, un lugar donde tradicionalmente se representa aquella batalla del siglo 16 y que ha perdurado en las antiguas crónicas y leyendas, se reúnen Gilberto Sánchez (GS) y Ricardo Hernández (RH), dos tastoanes de experiencia.
¿Qué es un tastoán?
RH.- Es un guerrero, el señor que manda. Esta tradición es una escenificación de la batalla cuando Nuño de Guzmán vino a colonizar estas tierras, es la batalla que representamos nosotros. Ponerte la máscara es como pintar tu cuerpo para ir a la batalla, mostrar una imagen ruda y generar miedo a los españoles.
¿Hace cuánto tiempo se unieron a esta tradición?
GS.- A la edad de 10 años vi por primera vez a los tastoanes en Zalatitán, Tonalá, y me gustaron. Tres años después me puse mi primera máscara, entonces la hice de cartón con cabellos fabricados con los restos de un costal de harina, de ahí empecé y hasta la fecha, tengo 25 años.
RH.- Hace 10 años me la puse por primera vez y fue por una manda. Andaba caído económicamente, tenía un vocho y le prometí a la Virgen de Talpa que si me ayudaba a vender el vochito, iría con ella, y sí se vendió. Cuando llegué con la Virgen, prometí que iba a salir con los tastoanes, y se lo cumplí, fue el primer año.
¿Se transforman con la máscara puesta?
RH.- Sí, te transformas en un guerrero. Es como cuando los luchadores se ponen la máscara para pelear, se siente la adrenalina, brincas y gritas, te transformas como un nahual en un animal.
GS.- Al usar la máscara, haces el papel de una persona que luchó contra el enemigo por sus tierras. No es sólo ponerte la máscara, hay que ponerle corazón, sentir que eres un guerrero.
¿Hay honor tras la máscara de tastoán?
RH.- No cualquiera puede portar una máscara tastoán, asimilar la batalla que nosotros representamos y  aguantar los varazos que se dan. Pocos realmente representamos a los tastoanes.
GS.- Requiere resistencia porque están fuertes los golpes, a veces la gente nos juzga de locos ‘¡cómo se van meter a que los golpeen!’, no saben, cuando te pones una mascara te sientes diferente, bien.
¿Entre más extravagante la máscara, mejor?
RH.- Las hacemos toscas porque muestran las enfermedades -como la viruela- que dejaron los colonizadores. A los indígenas se les transformaba la cara por la viruela, y los golpes que recibían, eso es lo que tratamos de representar en una máscara, que se represente al hombre de batalla.
Al empezar el espectáculo, ¿qué emociones sienten?
GS.- Cuando vamos a la batalla sientes la adrenalina, la euforia, y te quita el estrés. Es un desestrés bien padre, ¡no te imaginas!, quisiera que ustedes que no son tastoanes, portaran una mascara, aunque no se metan a los varazos, para que vieran la euforia que sientes al escuchar el tambor y la chirimía.
¿Piensan dejar alguna vez la tradición, soltar la máscara?
RH.- Es un hobby, es como jugar fútbol, y es ser parte de esta tradición de manera constante. Yo pienso que no lo voy a dejar, lo he querido dejar, pero la tradición me sigue. He ido hasta El Salto, donde no hay tastoanes, y sigue la tradición atrás de mi, me buscan y cuando me hablan de tastoanes, la adrenalina se prende, se enchina el cuerpo.
GS.- Yo pienso que nunca la voy a dejar, hasta que me muera. Como deporte agarra uno la tradicional danza de los tastoanes, se acercan las fechas y se me enchina la piel con el toque del tambor y la chirimía, sientes una adrenalina y se enchina la piel.