El Señor de los Rayos

El interior del Santuario es suntuoso, con labrados de filigrana en la cantera. La cúpula corona la nave del templo, dividiéndolo en dos cruceros y presbiterio, para dar la forma de Cruz Latina

Junto a la capilla mayor del Santuario de Totatiche, hay un cuarto que parece un museo: ahí se exhiben cientos de retablos que narran la historia de los supuestos milagros concedidos por el Señor de los Rayos.
La historia se transmitió de una generación a otra. Cuentan que después de perder la batalla contra grupos indígenas, el evangelizador fray Antonio Margil dejó en el norte de Jalisco el antiguo crucifijo que llevaba. Entonces, en donde hoy es el Municipio de Totatiche, Jalisco, los rayos caían y mataban a oriundos. Una centella partió casi por mitad la imagen de este Jesús crucificado, narran que a partir de entones ni un solo rayo cayó en la zona y en las personas.
Quien dice la historia es el cronista Esteban Valdez Salazar, quien se ha dedicado durante más de 15 años a recuperar información sobre El Señor de los Rayos -como popularmente se le conoce desde hace un siglo-, tanto documental como la que se ha trasmitido en la tradición oral. “En el siglo 19 ya había mucha devoción a El Señor de los Rayos, hay documentos de 1842 donde consta la  devoción de la gente, los indígenas de esta zona eran muy efusivos con la imagen”, expresa Valdez Salazar.
Los peregrinos se acumulaban afuera de la pequeña capilla, que empezó con una estructura humilde, de techos de paja, y que poco a poco se transformó; dormían en la calles mientras esperaban la oportunidad para acercarse a El Señor de los Rayos y pedir que intercediera por ellos en algún problema que arrastraban.
Para 1922, continúa el cronista de Totatiche, fue enviado a la capilla el padre Julián Hernández. Entonces se empezó a construir el santuario y poner orden a la multitud que visitaba la imagen religiosa: el pueblo que contaba con 39 cantinas y 28 jacales, creció en paralelo a la construcción de cantera que culminó en 1950.
En el Santuario, se guarda honor a las personas que trabajaron en la construcción: está escrito el nombre del albañil Mauro Castañeda, el carretonero Pomposo Gamboa, el maestro Gerardo Gallegos, el cantero Gabino Alvarado y el cortador de cantera Irineo Feliz.
La portada del Santuario es sencilla, pero luce con dos arcos de medio punto. Afuera hay un enorme atrio que conecta con un largo corredor por donde cientos de creyentes pasan a pie o de rodillas: llegan de los Municipios vecinos de Totatiche como de Estados Unidos. “Yo creo en El Señor de los Rayos y en la Virgen de Guadalupe, la gente que viene a visitarlo, viene porque ya le hicieron un milagro. Una vez tenía una mula mala, estaba prieta prieta, se retorcía, le pedí a El Señor de los Rayos que la curara y al otro día empezó a comer sola”, expresa Bartolo García.
“Las personas vienen con muy buena devoción, algo que nosotros los que vivimos aquí ya no hacemos. Vienen peregrinos, hacen su visita, pagan su promesa y se regresan. Una persona que vino de visita, la otra vez dijo: ‘nomás ve uno a Cristo y siente uno algo atrayente”, narra José de Jesús Orozco.
Junto a la capilla mayor hay un cuarto que parece un museo: cientos de retablos permanecen colgados para narrar la historia de las personas que vieron solucionados sus problemas familiares, de salud o económicos, después de pedir al Señor de los Rayos que intercediera.

“Por el mes de junio de 1912 fue herido en la cabeza por un revolver mi hijo Martín, al saber la noticia de lo ocurrido, aclamamos a El Señor de los Rayos en su favor, quien nos escuchó y a los 15 días quedó enteramente sano”, se lee en un retablo.
Otros retablos –algunos pintados con maestría y otros con entusiasmo- remiten a hechos consumados donde el personaje salió con vida. Por ejemplo, el propio cronista de Totatiche agradeció que salió vivo de la volcadura que sufrió él, su hermano y un cuñado en un accidente automovilístico; otra pieza la escribe una señora quien agradece la fuerza que consiguió para golpear a su atacante y huir.
“Gracias por el milagro que me hiciste por salvar a mi sobrina y por salir tan bien de la operación del tumor del cerebro”, se lee en otro retablo, y en frente “gracias por al haber mantenido con vida a mi madre después de estar grave de salud”.
Todo el año, El Señor de los Rayos es visitado por peregrinos, pero cuando se llena el recinto religioso es durante las fiestas tradicionales que se desarrollan el jueves de Ascensión y el 11 de enero.