Hablemos de un Jalisco incluyente y accesible

La discapacidad se adquiere cuando una persona con algún tipo de déficit se enfrenta con barreras que limitan poder participar en la comunidad

Según el último censo de población (2020) del INEGI, en el país viven 20 millones 838 mil 108 personas con alguna discapacidad, lo que representa el 16.5 por ciento de la población total. Mientras que, en nuestro bello estado, la población asciende a 1 millón 200 mil personas, lo que representa más del 10 por ciento de sus habitantes.

Esto significa que como entidad federativa y como sociedad, estamos obligados a hacer de Jalisco un lugar accesible e incluyente para todos, niñas, niños, adolescentes, mujeres y hombres que viven esta condición de vida de forma libre, autónoma, independiente y libre de toda discriminación.

Para ello, es importante conocer cuáles son los conceptos de persona, déficit y discapacidad y cómo a partir de su entendimiento, se pueden eliminar barreras que obstaculizan y limitan el pleno crecimiento y desarrollo de este sector de la población, en igualdad de condiciones al resto de las personas sin discapacidad.

Es por ello que la Convención Internacional de los Derechos Humanos de las Personas con Discapacidad (2008), señala que la discapacidad “es un concepto que evoluciona y que resulta de la interacción entre las personas con deficiencia y las barreras debidas a la actitud, y al entorno que evitan su participación plena y efectiva, en la sociedad en igualdad de condiciones que las demás”.

Esta definición, claramente indica que existe una notoria diferencia entre los tres términos, puesto que como se ha manifestado y reiterado en todas las leyes sin excepción alguna, absolutamente todo ser humano es considerado como persona, sin importar su raza, identidad sexual, discapacidad, religión, zona geográfica, etcétera, quienes nacen en igualdad de derechos, dignidad y reconocidos ante la ley en igualdad de condiciones sin ningún tipo de discriminación.

Mientras que el déficit, hace referencia a “la pérdida o anormalidad de una estructura o función psicosocial, fisiológica, anatómica o sensorial la cual puede o no limitar el pleno desarrollo y crecimiento de la persona según su grado; mientras que por último tenemos a la discapacidad la cual se adquiere cuando una persona con algún tipo de déficit psicosocial, intelectual, motriz o sensorial (visual o auditivo) se enfrenta con barreras que limitan poder participar en la comunidad en cualquiera de sus formas y se encuentra limitada a ser un mero espectador sin voz ni voto ante su propia vida.

Agentes de cambio

Es interesante reconocer que las barreras pueden ser variadas y manifestarse de distintas maneras en las diversas esferas de la vida, por ejemplo: una persona de 35 años, quien vive con un déficit en su capacidad para poder moverse de manera independiente sin el apoyo de una silla de ruedas, se puede topar con distintas barreras físicas y de infraestructura para poder desarrollarse al interior de un ambiente laboral, si es que en las instalaciones no se cuenta con un cajón de estacionamiento exclusivo, el cuál esté adaptado con las medidas adecuadas, para poder ascender y descender de su carro de manera fácil, segura y accesible.

Es por tanto que como ciudadanos tenemos la responsabilidad moral de convertirnos en agentes de cambio, reconociendo que todos, independientemente de su condición física, psicosocial, intelectual o sensorial, deben ser tratados con respeto y dignidad, dejando de lado las barreras actitudinales de prejuicios, estereotipos y estigmas que solo aportan un ambiente de desigualdad y discriminación hacia este colectivo.

Debemos hacer conciencia de que un traslado seguro, eficiente y fácil para una persona con discapacidad puede generar la diferencia entre poder trasladarse en la calle o a su lugar de trabajo, a una escuela o simplemente, moverse hacia un lugar para tomar un rico cafecito con los amigos. Por tanto, tengamos claro que el estacionar los automóviles arriba de las banquetas o en cajones exclusivos no debe de ser una opción rápida para quien no vive con discapacidad, puesto que no sabemos en qué momento llegará alguien que sí requiere ese espacio, de verdad.

Por último, desde el ámbito social, comprendamos que la comunicación e información es una de las herramientas más poderosas y necesarias para involucrarnos en nuestro contexto y tomar las mejores decisiones de manera independiente y autónoma. No tengamos miedo cuando se acerque una persona con discapacidad, seamos abiertos a escuchar sus necesidades y no forzarlos a aceptar apoyos que no necesitan, mantengamos una actitud abierta para entender que son personas capaces de tomar sus propias decisiones y que merecen ser tratadas con la misma dignidad que nos gustaría ser tratados.

Estas acciones no solo son para hacer conciencia o tomar acción por parte de la sociedad, para ello, también se requiere del gobierno en sus tres poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) para que haga valer todos los derechos humanos y libertades fundamentales y que adopte todos sus compromisos adquiridos en los tratados y convenios internacionales de los cuales es parte, y que, ya empiece a ver a las personas con discapacidad  como ciudadanos de primera y ponga sobre todo, mucha atención en aquellos derechos diferenciados que ayudan a este colectivo a estrechar la brecha de desigualdad entre las personas con y sin discapacidad de Jalisco.

Si trabajamos de la mano, sociedad y gobierno, no cabe la menor duda que Jalisco iniciará una transición en la eliminación de todo tipo de barreras, lo que significará que caminará hacia un estado más incluyente y armónico, en dónde seguirán existiendo personas con déficit, sí, pero, no persona con discapacidad.