Tenemos que hacer de la política un espacio para exigir estos derechos, para cuidarnos las unas a las otras, para vencer todo aquello que busca callarnos
Las mexicanas contamos con un legado de fuerza y valentía que ha sido construido por nuestras abuelas, por las revolucionarias y por aquellas que arriesgaron todo por nuestro derecho a ir a la escuela, a votar, a ser libres. A pesar de sus grandes logros, aún queda mucho por hacer y estamos obligadas a no claudicar, a seguir adelante en esta larga, pero necesaria lucha.
Por ahora, la disputa de las mujeres está en un camino en el que es difícil definir si algún día habrá de terminar y, aunque recientemente nuestros derechos se colocaron al centro de la atención pública, lamentablemente tuvieron que ser hechos de violencia e injusticia los que nos recordaron la urgencia de avanzar hacia la igualdad y el respeto.
Indignarse ante este tipo de casos no basta: recordemos que los derechos se conquistan y que estamos obligados a trabajar todos los días por un mejor futuro para nosotras, para las que vienen y para nuestros vecinos, nuestras familias y nuestros amigos.
Tenemos que hacer de la política un espacio para exigir estos derechos, para cuidarnos las unas a las otras, para vencer todo aquello que busca callarnos. Es nuestro deber participar para disputar con dignidad y recuperar los espacios de decisión, porque nuestra contribución a lo público es fundamental.
Al final, aspiramos a que en nuestra ciudad y en nuestro País las mujeres podamos vivir con dignidad, y sin miedo, y que los actos de violencia y de injusticia contra nosotras sean parte del pasado.
El reto que tenemos delante no es sencillo, nos vamos a enfrentar al prejuicio y al miedo de muchos hombres y mujeres que se resisten a pensar que el mundo puede ser distinto. En ese camino debemos recordar que esta lucha es por todas y no solo por las más privilegiadas: es por la trabajadora doméstica que antes de ser violentada por su pareja es despreciada por otras mujeres que tuvieron mejores oportunidades; por todas aquellas que son acosadas y agredidas en el transporte y en el espacio público; por las que nunca en su vida han escuchado la palabra “feminismo”; por las que siguen sin ser escuchadas a pesar de sus gritos, por las que son juzgadas por lo que deciden hacer con su cuerpo y su vida, y por las que han sido asesinadas solo por ser mujeres.
Debemos tener en cuenta que los hombres pueden ser nuestros mejores aliados, pero para que eso suceda, necesitamos que entiendan que esta causa es de todos y explicarles la importancia de su participación; no queremos que nos traten con suavidad, sino con respeto, porque la reconstrucción del país necesita de ellos y de nosotras.
En este contexto, Movimiento Ciudadano no puede hacer caso omiso de estas exigencias y debe asumir un papel importante para impulsar nuestras demandas más urgentes de un modo responsable y sin oportunismos. Por nuestra parte corresponde nunca abandonar esta lucha, seguir alzando la voz y organizarnos para que ser mujer deje de representar una desventaja.
Renata Hernández Flores, politóloga y asesora en el Congreso de Jalisco, participa en Movimiento Ciudadano desde 2014.