Está muy bien construido, el sistema constructivo del edificio es sólido, tiene muchísima piedra y relleno, aunque le han quitado piedras, el edificio está bastante bien conservado
En 1969 los investigadores Phil Weigand y Acelia García descubrieron el sitio prehispánico en Oconahua, Etzatlán; hoy, las excavaciones permiten conocer el desarrollo que tuvo la sociedad que habitó el Palacio de Ocomo hace más de mil 100 años.
Por cientos de años permaneció bajo hogares y milpas, soportó el paso de tractores y del ganado, ahora tras las excavaciones arqueológicas resurge la grandeza del Palacio de Ocomo.
A siete años de iniciar la excavación en el sitio arqueológico ubicado en la localidad de Oconahua, en Etzatlán, Jalisco, se puede apreciar las paredes de casi un metro de ancho que componían la estructura, las escalinatas, el dibujo del patio hundido y las habitaciones para diferentes clases sociales.
“Está muy bien construido, el sistema constructivo del edificio es sólido, tiene muchísima piedra y relleno, la piedra está muy bien acomodada, tiene cajones de piedra enormes para soportar toda la carga del edificio y aunque le han quitado piedras, el edificio está bastante bien conservado”, expresa el arqueólogo Sean Montgomery Smith Márquez.
Además del eficiente sistema constructivo con que se elaboró, el sitio tiene algo de suerte: justo donde corría la calle Benito Juárez, era el pasillo de ingreso al patio hundido del Palacio, por tanto el desarrollo de la localidad no destruyó ni una pared del recinto prehispánico.
El Palacio de Ocomo fue ocupado por el complejo conocido como El Grillo, desde el año 450 hasta el 900 después de Cristo. Poca información se tiene al respecto de las personas que aquí habitaron, pero en la estructura quedó el registró de tres etapas constructivas que hablan del desarrollo económico y social de este grupo.
“Lo que sí sabemos es que fue una estructura importante que cambió a través del tiempo. La primera etapa constructiva (en el año 450), fue una estructura similar al Ixtépete, (ubicado en Zapopan), es rectangular y mide 60 metros por 30”, describe Smith Márquez, coordinador de las excavaciones.
“Luego en el año 600 después de Cristo, destruyeron una parte de la estructura y la taparon, entonces el edificio creció muchísimo, casi cuatro veces más, ahora es un edificio de 130 metros por 60; y en la tercera etapa construyeron el patio hundido”, agrega el arqueólogo.
Según las investigaciones, en la parte norte del Palacio de Ocomo se realizaban banquetes, lo que permite plantear la hipótesis de que la estructura que hoy resurge, fue hace más de mil 100 años una unidad habitacional de élite y al mismo tiempo tuvo funciones administrativas.
El sitio arqueológico fue descubierto en 1969 por los arqueólogos Phil Weigand y Acelia García. De hecho, ellos lucharon por más de 30 años para que no se destruyeran los restos del Palacio de Ocomo con los trabajos de agricultura y ganadería de la localidad de Oconagua, que tiene poco más de 2 mil habitantes.
En el 2005 Weigand realizó la primera excavación, pero fue hasta el 2008 que inició el Proyecto Arqueológico Oconahua con recorridos de reconocimiento y un año después con las excavaciones que derivaron en el resurgimiento del Palacio, que ocupa una poligonal de protección de casi 50 hectáreas.
“Con las investigaciones nos hemos dado cuenta que (El Grillo) tiene una característica en sus entierros, se trata de tumbas de caja hechas con cuatro paredes de piedra donde depositan a los individuos; también las esculturas con talud-tablero y la planta arquitectónica de los patios hundidos”, expresa Smith Márquez.
“Otra de las cosas que es interesante, es la ausencia de los juegos de pelota y también otra de las cosas por lo que los identificamos es por las deidades, en esta época aparecen los dioses mesoamericanos, el que más hemos visto representado aquí es Ehécatl, dios del viento”.
A metros de las excavaciones, los arqueólogos tienen un laboratorio donde realizan análisis de los cientos de objetos que encuentran, como cuchillos, vasijas y piezas de obsidiana, de hecho la obsidiana era el material más importante para el complejo El Grillo: sirvió para hacer herramientas como joyería, también fue un material de comercio y de intercambio.
El sitio arqueológico no está abierto al público oficialmente, sin embargo, personal realiza recorridos para que la gente conozca el Palacio de Ocomo.