El Virgilio de nuestro tiempo

Los artistas, los gestores culturales, los actores sociales, quienes han dado muestra y ejemplo de seres resilientes, porque han sabido en lo más hondo de la crisis, provocar la luz.

 

Hay un pasaje de “El Infierno” de La Divina Comedia -una de las tres partes con las que se integra la imprescindible novela de Dante Alighieri- que constantemente me invade en estos tiempos de pandemia.

Qué manera más plástica y sórdida de plasmar el dolor humano entre las llamas y el abandono, como consecuencia de una mala conducta en vida.

Y luego, de entre la desesperanza, la presencia de Virgilio, el poeta latino quien como ser inmaculado va viéndolo todo, abriéndose paso entre la podredumbre y dejan en ella la ilusión de ser salvado de ese mundo.

En nuestros días la pandemia ha hecho estragos. Bien valdría la pena realizar una consulta –muy de moda- y preguntar a quién se le ha muerto una persona cercana o si alguien en casa se ha contagiado. Todos tendríamos la mano alzada, mostrando la aprobación apabullante.

¿Hemos tenido mala conducta como en La Divina Comedia? Los gobiernos han hecho su parte, unos mejor que otros; y los ciudadanos hemos hecho la nuestra, unos mejor que otros. Sin embargo la furia del virus nos sigue sacudiendo.

Y ante esa realidad que nos golpea la cara y nos hace perder el piso, el trabajo, la comida, la salud y la vida, se pasea el Virgilio de nuestro tiempo: el artista enfocado en sentir y transmitir, filtrar el humor que daña por una bocanada de oxígeno cercana a la ilusión.

El artista, esa persona que está viviendo la realidad desde diversos ángulos, desde distintos enfoques y colores, alcanza a mirar lo que nos pasa y de lo que carecemos, de ahí que le “salga” el canto, el poema, la música, el teatro, la danza, el cine, la pintura, la novela, por decir algunos objetos de emoción y que con ellos hace nuestra vida más placentera y consciente.

¿Cómo valorar la “función” del artista en el contexto aciago, desesperanzador del Covid? La comunidad cultural en Jalisco, ese conjunto de actores sociales enfocados a darle vida, sí a las mismas artes, pero también a las metodologías y didácticas de sus procesos, conforman un conglomerado que se ha visto sin duda muy afectado, acotado, retenido, pese a los medibles, cuantificables y plausibles esfuerzos de los gobiernos por auxiliarlos como sector. 

Y son ellos, los artistas, los gestores culturales, los actores sociales, quienes han dado muestra y ejemplo de seres resilientes, porque han sabido en lo más hondo de la crisis, y con lo más doloroso de su consecuencia provocar la luz, crear a partir de la nada, dar significado al vacío, hacer de la caída espejo para verse así mismo y buscar ascender, construir andamios de anhelos para los demás, ofrecer al otro la certeza de que no todo está perdido, mientras haya voz para nombrar lo presente y lo ausente. Y más todavía, que si nombramos la nada todos juntos, hacemos que esa voz única se convierta en el todo.

Estoy convencido de que el arte y sus hacedores, junto con nuestras tradiciones y costumbres, hábitos y artesanías, serán después de la pandemia, actores y elementos de identidad más vivos y ramificados que nunca; porque si en la oscuridad se pudo como se ha visto en estos días que la creación y la creatividad no paran, todavía será mejor cuando estemos fuera de este túnel.