En medio de la pandemia y el descontento social, con postulaciones que incluyen paridad de género y que logren un equilibrio de las fuerzas políticas, se renovarán la cámara de diputados, 30 congresos locales, 15 gubernaturas y 1,926 ayuntamientos en el país.
Solo por el número de cargos que se votarán, las elecciones del próximo 6 de junio de 2021 están consideradas como las más grandes en la historia del país, lo que por sí mismo constituye un reto de logística y participación ciudadana, porque además, las autoridades electorales y los partidos políticos deberán implementar nuevas estrategias acatando los protocolos anti COVID-19.
En Jalisco, más de 6 millones y medio de votantes dentro del padrón electoral podrán elegir 20 diputaciones de mayoría relativa y 18 de representación proporcional, 125 presidencias municipales y 1,464 regidurías y 125 sindicaturas.
A nivel nacional, se renovarán las 500 diputaciones de la Cámara de Diputados, 30 congresos locales, 15 gubernaturas, además de 1,926 ayuntamientos.
Si en todas las elecciones las variables que se presentan resultan complejas, ahora lo serán más que nunca. Hablamos de elecciones donde la postulación de candidaturas debe considerar la paridad de género; también de una profunda crisis y descontento social, de apatía y desconfianza, y de elecciones en medio de una pandemia.
Además, las elecciones intermedias se consideran una evaluación directa del desempeño del presidente al frente del gobierno federal; en estas votaciones debemos añadir que la renovación de la Cámara de Diputados será una oportunidad fundamental para equilibrar las fuerzas políticas. Como ya se ha visto, dejar el cheque en blanco de un apoyo ciego del Poder Legislativo a la figura presidencial ha traído más problemas que soluciones.
Otro punto a considerar viene con la problemática que cada estado del país tiene, con su cultura, con su situación económica, con la gestión de los gobiernos en materia de seguridad pública, de seguridad social, de generación de empleos y un largo etcétera de circunstancias locales que también repercuten en el ámbito federal y viceversa.
Pero hay una tercera situación que incrementa la complejidad e importancia de estas elecciones: el entramado indisoluble pandemia – salud – economía, sin precedentes a nivel mundial, pero con una afectación directa a cada hogar, cada familia y cada ciudadana y ciudadano en México.
Esto implica que en la logística de una elección numerosa, las autoridades tendrán que vigilar el desarrollo de unas elecciones limpias y garantizar que se sigan todas las medidas preventivas para disminuir, lo más posible, los riesgos para la población, porque sabemos dolorosamente bien que cada oleada de incremento en los contagios por el nuevo coronavirus nos pasa una factura carísima de saturación hospitalaria, escasez de medicamentos y letalidad.
El enemigo a vencer sigue siendo la abstención: a pesar de haber sido unas elecciones muy concurridas, en las de 2018 el abstencionismo fue del 36.571%, un porcentaje muy alto para una democracia que ya no tiene el pretexto de estar en pañales. El reto es lograr la participación de una ciudadanía informada y consciente en un marco de pandemia y desolación con el compromiso de todos.