No hay muralla que calle a las mujeres

Ellos pusieron vallas, ellas lo convirtieron en un recordatorio con los nombres de las víctimas del feminicidio, con flores y cruces, dejaron un fuerte mensaje; luego, la derribaron

El 8M en México dejó una lección: no hay muralla que calle a las mujeres. Numerosas vallas metálicas rodearon el Palacio Nacional. Con ese muro metálico para él hubo protección, para ellas: un lienzo para plasmar el sentir en el Día Internacional de la Mujer.

Sobre ese muro, mujeres activistas escribieron los nombres de las víctimas de feminicidio y desapariciones. Colocaron flores y cruces, dejaron en ese muro un mensaje contundente. Luego, durante la marcha, un grupo de mujeres lo derribó.

No puede ser más clara, más indignante la soberbia presidencial. La simbología del muro pasó de la indiferencia del gobierno federal a un abierto repudio ante el clamor de las mexicanas exigiendo se respeten sus derechos fundamentales, sobre todo al derecho a vivir sin miedo, seguras, sin acoso, sin violencia por el hecho de ser mujeres.

El muro lo mandó poner él, el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien señaló que no es miedo, sino protección para las manifestantes y los edificios históricos, para evitar las provocaciones y el vandalismo.

Como una burla, López Obrador señala ser feminista y despotrica contra “los conservadores” que son unos hipócritas al unirse a una causa que involucra a más de la mitad de la población en nuestro país. Frente al asombro del hasta dónde puede llegar la terquedad de AMLO, atestiguamos su apoyo -e imposición- a un candidato al gobierno de Guerrero sobre el que pesan acusaciones de violación.

En una débil y cómica defensa, surgen recordatorios de comentarios misóginos de expresidentes y políticos. Muy al estilo de que los anteriores robaron más, como si en él más estuviera la justificación.

El punto es que se votó por un cambio real, que implicaba también un cambio real en la situación de las mujeres en México. El actuar de los anteriores no sirve como pretexto para que no veamos la misoginia en la suspensión del programa de estancias infantiles, de la desaparición de fideicomisos para el tratamiento del cáncer cérvico-uterino y de mama, en el escandaloso incremento de feminicidios en lo que va de este sexenio. No sirve para atenuar el asombro e indignación de la burda defensa a Félix Salgado Macedonio.

Hubo manifestaciones, por supuesto. Y actividades varias tanto de forma individual como las convocadas por diversos colectivos y organizaciones feministas. Desde los encierros por la pandemia las protestas digitales de mujeres de todo el país, de todos los credos, de todas las corrientes e ideologías, de todas las edades, todas alzando la voz a través de las redes sociales y plataformas de internet.

Pero las mujeres también se hicieron sentir en las calles. La rabia, la impotencia, el enojo, la indignación desbordaron la pandemia. Así como se desbordaron los casos de violencia intrafamiliar en la cuarentena, como el aberrante aumento de los casos de pornografía infantil, como la falta de presupuesto en los centros de justicia para las mujeres, como el nulo apoyo a las mujeres que perdieron su empleo. No se llamó a la violencia, pero, hubo reacciones violentas que seguirán mientras sigan las erráticas y casi inexistentes medidas para detener, justamente, la violencia contra las mujeres por el solo hecho de serlo; seguirán mientras sean los derechos de las mujeres los más vulnerados con pandemia y sin pandemia.

Como en la Canción Sin Miedo “a cada minuto de cada semana, nos roban amigas, nos matan hermanas, destrozan sus cuerpos, los desaparecen. No olvide sus nombres, por favor, señor presidente”, que se acabe el “por favor”, que no se nos olvide el muro del presidente.